jueves, 10 de octubre de 2013

Cráteres de ciudad

Patio del antiguo gobierno militar, en pleno Paseo de la Farola.

   Hace tiempo que Málaga goza de sus muelles primero y segundo a todo plan. Una ‘milla de oro’, un lugar de recreo para nativos y visitantes que pasean y toman algo entre jardines y aceras baldeadas varias veces al día, vigilados por seguratas que reprimen al merdellón sin camiseta –ibérico o báltico- y hacen de este boulevard marítimo algo limpio y decente. Pero, ¡ay! Muy cerquita ha salido una grieta. Una raja del sistema administrativo, desentendido de tantos problemillas domésticos que, hoy por hoy, no se le escapan a nadie más que a quien debe darles solución.

   Solución que, en estos tiempos, puede costar sudores, toneladas de tuits, cascadas de firmas en Change.org, llamadas y rellamadas al ente de turno –o ni eso-. Y he aquí que aquí vengo a quejarme, porque, junto al Muelle Uno y –precisamente-, a pocos metros de la residencia de nuestro alcalde, Francisco de la Torre, se encuentra esa grieta: un cráter condenado a desmoronarse y a cobijar miseria y basura a la vista de todos, incluidos los que no quieren mirar. Se trata del antiguo gobierno militar, edificio abandonado tras el desmantelamiento de su actividad, hace algunos años, y convertido hoy en pocilga y cobijo de varios drogadictos que duermen y consumen en su soportal.

   Este edificio puede ser más bonito o más feo –su estado tampoco ayuda-, aunque algunos apuntan a su interés arquitectónico. Valor desconchado en sus paredes, desprendido del techo y quebrado entre ventanas rotas, persianas podridas y toldos ajados. Valor escondido tras una pantalla de árboles ya selváticos, bajo una alfombra de hojas secas y maleza. Una ruina, en definitiva, ocupada por unos desgraciados sin techo ni amparo. Nada nuevo. Una situación ante la que no se puede hacer la vista gorda. ‘Hay que actuar ya’, puede leerse en la mirada de los transeúntes, independientemente de su lengua natal, que cada día observan, al otro lado de la verja, a los dos vagabundos durmiendo sobre sus colchones, entre bolsas, litronas y otros objetos de ‘supervivencia’.

   Me pregunto a quién corresponderá meterle mano al problema –la propiedad del inmueble-. ¿Subdelegación del Gobierno? ¿Ayuntamiento? Lo que sí sé es que, como en todo, habrá excusas políticas, administrativas y presupuestarias, unidas a que quizás –por supuesto- esta zona de Málaga no es la más necesitada de actuación. Pero, en cualquier caso, no hay argumento que valga para retrasar una simple limpieza, un lavadito de cara, la recogida de los dos inquilinos y, qué menos, adelantar trámites y un proyecto para el futuro del edificio. ¿O es que, definitivamente, está condenado? Quizás esto sirva para darnos cuenta de lo que ocurre en barrios que se escapan de nuestra vida diaria y, desde luego, para comprobar la 'agilidad' de quien, teniéndolo delante de sus narices, en un lugar que se supone espejo de la ciudad, no hace absolutamente nada.