El líder hace
falta, siempre. En cualquier grupo, empresa, equipo y, por supuesto, en
cualquier país. Un referente, alguien a quien seguir. Un guía, un ejemplo
diario, un adalid que ponga en marcha tras de sí a millones de personas, en
búsqueda de un objetivo. Claro que esto no pasa, al menos por aquí cerca. Y pretender
que en España, tal como están las cosas, hubiese alguien capaz de comandar la
nave con la respuesta de todos, sería impensable. Primero, por la era
individualista en la que vivimos y, segundo, porque nadie ve hoy líder alguno
en la calle de en frente.
A esto se ha
llegado, entre otras cosas, porque la política se ha acomodado en simple
gestoría y, en consecuencia, la gente ha optado por vivir su vida, relegándose
el liderazgo político a la militancia. Curioso dato. De polis -ciudad, en griego-, que evoca a la unidad, a la fuerza, la
palabra ha derivado en el significado “desconfianza”. Los viejos líderes
quedaron atrás, unos como tiranos, otros como gloria pasada. Y en España no
ganamos para disgustos. Cuando toca el turno del presidente carismático,
resulta ser un fiasco. Y cuando toca el aséptico, nos venimos abajo.
El país
necesita hoy un líder. Y no lo tiene. Mariano Rajoy no está ejerciendo como
tal, porque está siendo invisible. No se le ve, no se le siente entre todos y
la política de comunicación de su equipo está resultando un desastre. Las
excusas dadas no han convencido a nadie. Desde que asumió su presidencia, nos
embarcamos en un duro proceso de reestructuración y reformas que ha provocado
el rechazo de muchos, la incomprensión de otros tantos y un ambiente de
inquietud general, de dudas. Un contexto que necesita de la figura del líder.
Todo se ha
explicado, todo se ha argumentado. Pero no es suficiente. No lo es, porque
nadie sigue a un ministro o a un secretario de estado. Y quien debe dar la cara
es el cap. Rajoy se ha escudado en
una apretada agenda y en no entrometerse en la labor de los responsables
directos, olvidándose de que, al margen de políticas específicas, él es el
máximo responsable de todo, a quien los españoles quieren ver y escuchar. No
basta con trabajar. El líder debe figurar, hacerse notar. Y, estos días, con el
país hirviendo por el caso Bárcenas, más de lo mismo. Invisible, tras la línea
de fuego, aunque esté al pie del cañón. Su sitio está en primera fila, ante
todos, liderando.
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