viernes, 1 de febrero de 2013

El líder invisible



   El líder hace falta, siempre. En cualquier grupo, empresa, equipo y, por supuesto, en cualquier país. Un referente, alguien a quien seguir. Un guía, un ejemplo diario, un adalid que ponga en marcha tras de sí a millones de personas, en búsqueda de un objetivo. Claro que esto no pasa, al menos por aquí cerca. Y pretender que en España, tal como están las cosas, hubiese alguien capaz de comandar la nave con la respuesta de todos, sería impensable. Primero, por la era individualista en la que vivimos y, segundo, porque nadie ve hoy líder alguno en la calle de en frente.

   A esto se ha llegado, entre otras cosas, porque la política se ha acomodado en simple gestoría y, en consecuencia, la gente ha optado por vivir su vida, relegándose el liderazgo político a la militancia. Curioso dato. De polis -ciudad, en griego-, que evoca a la unidad, a la fuerza, la palabra ha derivado en el significado “desconfianza”. Los viejos líderes quedaron atrás, unos como tiranos, otros como gloria pasada. Y en España no ganamos para disgustos. Cuando toca el turno del presidente carismático, resulta ser un fiasco. Y cuando toca el aséptico, nos venimos abajo.

   El país necesita hoy un líder. Y no lo tiene. Mariano Rajoy no está ejerciendo como tal, porque está siendo invisible. No se le ve, no se le siente entre todos y la política de comunicación de su equipo está resultando un desastre. Las excusas dadas no han convencido a nadie. Desde que asumió su presidencia, nos embarcamos en un duro proceso de reestructuración y reformas que ha provocado el rechazo de muchos, la incomprensión de otros tantos y un ambiente de inquietud general, de dudas. Un contexto que necesita de la figura del líder.

   Todo se ha explicado, todo se ha argumentado. Pero no es suficiente. No lo es, porque nadie sigue a un ministro o a un secretario de estado. Y quien debe dar la cara es el cap. Rajoy se ha escudado en una apretada agenda y en no entrometerse en la labor de los responsables directos, olvidándose de que, al margen de políticas específicas, él es el máximo responsable de todo, a quien los españoles quieren ver y escuchar. No basta con trabajar. El líder debe figurar, hacerse notar. Y, estos días, con el país hirviendo por el caso Bárcenas, más de lo mismo. Invisible, tras la línea de fuego, aunque esté al pie del cañón. Su sitio está en primera fila, ante todos, liderando. 

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