lunes, 21 de enero de 2013

Enredados


   La brecha que separa la clase política de la sociedad no tiene su origen en la situación económica. No. Es la desconfianza. La zanja que los partidos están cavando, alejándose de los ciudadanos diariamente, no se resume con aquel cordón policial que separaba a la masa del Congreso, ni mucho menos, y esa ‘mayoría silenciosa’ a la que aludía Mariano Rajoy no debe identificarse como un respaldo. Es la incertidumbre de un país que asiste expectante al desmoronamiento del crédito que había depositado en los partidos.

   Efectivamente, la corrupción es un mal que viene minando el ánimo popular más allá de la crisis, cuyos efectos coyunturales pasarán y que, una vez se haya recuperado el país, será asunto zanjado. Y, a la larga, podrá ser asumida con sus daños y perjuicios, de haberse recompuesto la economía, en un contexto de crecimiento y bienestar, olvidándose lo que un día se sufrió, siempre que todos los esfuerzos hayan contribuido al bien común. Lo que nunca se aceptará, es el mantenimiento de una clase política en la que un puñado de lobos se ha procurado una forma de vida -a costa del dinero de los españoles- y que no fue perseguida por los políticos, que volvieron la espalda al problema, eludiendo toda responsabilidad. Así, pagarán justos por pecadores.

   Los españoles están hastiados de tanta mentira. Tanto, que no saben hacia dónde mirar, desorientados, incapaces ya de distinguir entre bueno o malo. Y los partidos están enredados. PP y PSOE acumulan no pocos casos de corrupción en sus aparatos –a cual más grave- y la postura ante ellos es inaceptable. Constantemente, se sigue la política de pasar de puntillas por estos cenagales –para que salpique lo menos posible-, eludiéndose tratar el tema abiertamente. Un juego de ataques y contraataques, dependiendo de quién esté en la oposición. Pero, lo peor, lo que más daño está haciendo a la imagen pública de los que deben ser representantes del ciudadano, es la falta de transparencia y la ausencia de gestos.

   El partido es un mundo subterráneo, una enredadera en la que el descontrol y la falta de transparencia están pasando factura. Es lo que turba a la sociedad, porque es la sociedad la que paga. La brecha se amplía y, hasta que llegue ese gesto de rechazo y condena abierta de todos los partidos a la corrupción, mientras estos sigan siendo opacos y caigan siempre los de abajo, hasta que no demuestren valentía para anteponer la honradez –que existe- al voto, seguirán enredados y esa brecha acabará siendo su propia tumba.

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