martes, 22 de enero de 2013

La Malagueta dormida



   La Malagueta está que no levanta cabeza. La plaza es un plomo. Desde hace años, viene dándose una realidad que ha convertido su feria en híbrido y que, el pasado agosto, mostró unos tendidos con síntomas de destaurinización. La empresa Chopera, a pesar de la profesionalidad que mostró en ciertos términos, no cuajó en Málaga. Suerte aparte, que no la tuvo en la embestida del toro y la lesión de Manzanares, no conectó con los malagueños. Ni acertó en la comunicación, ni en la presencia en la ciudad y dejó carteles a su suerte. Nada que ver con el pliego y la crisis económica pues, de haber atinado en dichos matices, seguramente el resultado hubiese sido otro.

   Y, tras el porrazo, el desierto. El intento fallido de la modificación del pliego dio paso a la renuncia de los vascos a seguir gestionando La Malagueta. Sin embargo, el portal taurino Cultoro informaba ayer que sus veedores han ido al campo para seleccionar toros, de cara a las corridas de Semana Santa. Entonces, ¿Qué? Mientras, los aficionados no saben qué está pasando. Aún se espera aquella rueda de prensa que los Chopera prometieron, para explicar las razones de su partida –si es que se van-. Una comparecencia, algo. O que hable la Diputación. En principio, la plaza no tiene empresa, ni pliego, ni proyecto, ni nada. Sólo la Escuela Taurina que, para nuestro orgullo, es la que ha mostrado la plaza con la estampa de otros tiempos, a reventar de público.

   Las gestiones llevan su proceso, se entiende. Y que esta circunstancia es inusual, también. Pero la afición debería saber qué es lo que ocurre. Información. Los meses vuelan, y los días santos están a la vuelta de la esquina. Ser aficionado a los toros en Málaga se ha convertido en homólogo de seguidor del Cádiz, sufridor, con más decepciones que alegrías. La época de Puche ya hizo mella, salvo por el fenómeno José Tomás, con líos de corrales –cosa que este año se arregló-, mal ganado, carteles impropios y tardes –y noches- anodinas.  No vamos a culpar a los Martínez de todos los males.

   Y si, llegados a este punto, la ciudad vive ajena a esta situación es porque la afición está dormida, en parte perdida. No así las ganas de toros –las 10.000 gentes, sobre todo jóvenes, que abarrotan las novilladas lo demuestran-. Málaga necesita un rescate, en toda regla. La empresa definitiva que arregle este desbarajuste. De la tierra, o de fuera. Ejemplos hay de que el paradigma del empresario local no tiene por qué darse. Pero que se implique en la ciudad y se dé a conocer. Que sepa hacer lectura de la realidad de esta plaza y que no espere jugosos resultados a corto plazo. El que sea, contará ya con ejemplos pretéritos de qué errores no cometer. Y, ahora que se puede, con otro pliego. Poco a poco. Un paso atrás, si es que se recupera más tarde, no es una derrota.

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