La
Malagueta está que no levanta cabeza. La plaza es un plomo. Desde hace años, viene
dándose una realidad que ha convertido su feria en híbrido y que, el pasado
agosto, mostró unos tendidos con síntomas de destaurinización. La empresa
Chopera, a pesar de la profesionalidad que mostró en ciertos términos, no cuajó
en Málaga. Suerte aparte, que no la tuvo en la embestida del toro y la lesión
de Manzanares, no conectó con los malagueños. Ni acertó en la comunicación, ni
en la presencia en la ciudad y dejó carteles a su suerte. Nada que ver con el
pliego y la crisis económica pues, de haber atinado en dichos matices,
seguramente el resultado hubiese sido otro.
Y,
tras el porrazo, el desierto. El intento fallido de la modificación del pliego dio
paso a la renuncia de los vascos a seguir gestionando La Malagueta. Sin
embargo, el portal taurino Cultoro
informaba ayer que sus veedores han ido al campo para seleccionar toros, de
cara a las corridas de Semana Santa. Entonces, ¿Qué? Mientras, los aficionados
no saben qué está pasando. Aún se espera aquella rueda de prensa que los
Chopera prometieron, para explicar las razones de su partida –si es que se van-.
Una comparecencia, algo. O que hable la Diputación. En principio, la plaza no
tiene empresa, ni pliego, ni proyecto, ni nada. Sólo la Escuela Taurina que, para
nuestro orgullo, es la que ha mostrado la plaza con la estampa de otros
tiempos, a reventar de público.
Las
gestiones llevan su proceso, se entiende. Y que esta circunstancia es inusual,
también. Pero la afición debería saber qué es lo que ocurre. Información. Los
meses vuelan, y los días santos están a la vuelta de la esquina. Ser aficionado
a los toros en Málaga se ha convertido en homólogo de seguidor del Cádiz,
sufridor, con más decepciones que alegrías. La época de Puche ya hizo mella,
salvo por el fenómeno José Tomás, con líos de corrales –cosa que este año se
arregló-, mal ganado, carteles impropios y tardes –y noches- anodinas. No vamos a culpar a los Martínez de todos los
males.
Y
si, llegados a este punto, la ciudad vive ajena a esta situación es porque la
afición está dormida, en parte perdida. No así las ganas de toros –las 10.000
gentes, sobre todo jóvenes, que abarrotan las novilladas lo demuestran-. Málaga
necesita un rescate, en toda regla. La empresa definitiva que arregle este desbarajuste.
De la tierra, o de fuera. Ejemplos hay de que el paradigma del empresario local
no tiene por qué darse. Pero que se implique en la ciudad y se dé a conocer.
Que sepa hacer lectura de la realidad de esta plaza y que no espere jugosos
resultados a corto plazo. El que sea, contará ya con ejemplos pretéritos de qué
errores no cometer. Y, ahora que se puede, con otro pliego. Poco a poco. Un
paso atrás, si es que se recupera más tarde, no es una derrota.
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